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Monseñor Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas Monseñor Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas 

Santa Sede: Cancelar o reducir la deuda para el bienestar de la población

El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, monseñor Gabriele Caccia, en el 58º período de sesiones de la Comisión de Población y Desarrollo, expresó su preocupación por las desigualdades que persisten entre los países en el sector de la salud. Para promover el bienestar de todas las poblaciones, se necesita un compromiso “a favor de la dignidad intrínseca de cada persona”, políticas que pongan a las familias en el centro junto con la justicia económica.

Isabella H. de Carvalho – Ciudad del Vaticano

El hecho de que muchos países en desarrollo gasten más recursos en el alivio de la deuda en lugar de invertir en las “necesidades básicas necesarias” para el bienestar de la población “no es sólo una injusticia económica, sino también un escándalo moral que requiere medidas urgentes”. Este es el llamamiento de Monseñor Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, en la 58ª Sesión de la Comisión de Población y Desarrollo, sobre el tema “Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos en todas las edades”, que tuvo lugar ayer, 9 de abril, en Nueva York. En este Año Jubilar, en el que el Papa Francisco ha pedido a los Estados más ricos que «perdonen las deudas de los países que nunca podrían pagarlas», Mons. Caccia ha destacado la importancia de «un acto de solidaridad de este tipo». Un gesto que proporcionaría “espacio fiscal para realizar inversiones cruciales” en el sector de la salud y ayudaría a garantizar “una vida saludable y el bienestar” para toda la población.

Las desigualdades persisten

“A pesar de los importantes progresos realizados en las últimas décadas en la mejora de la salud y el bienestar de las poblaciones”, afirmó el observador permanente en su discurso, “la Santa Sede observa con seria preocupación” los desafíos y los problemas críticos que persisten en la oferta de atención sanitaria, especialmente a “las poblaciones más vulnerables”. Subrayó que la mortalidad materna e infantil, por ejemplo, “sigue siendo inaceptablemente alta” en muchas partes del mundo. Millones de niños menores de cinco años mueren cada año por causas prevenibles, como la desnutrición y las enfermedades infecciosas. Para garantizar el desarrollo y la salud de todos, continúa Monseñor Caccia, es esencial "reconocer y abordar las profundas desigualdades" en el sector de la salud "que persisten entre los países desarrollados y los países en desarrollo". “Millones de personas en países de bajos ingresos no pueden costear ni acceder ni siquiera a la atención médica más básica”. Esta desigualdad, continúa, “se ve agravada aún más por la abrumadora carga de la deuda que pesa sobre los países en desarrollo”, que no pueden destinar fondos a cuestiones fundamentales como la erradicación de la pobreza, el sector de la salud, la nutrición o el acceso al agua potable.

La dignidad humana y la importancia de la familia

Monseñor Caccia reiteró también que estos desafíos no pueden “reducirse a cuestiones puramente técnicas” sino que es necesario “un enfoque holístico” que reconozca “la primacía de la persona y su dignidad donada por Dios en cada fase de la vida”. “La Santa Sede reitera que la promoción de la salud y el bienestar debe comenzar siempre con un firme compromiso con la dignidad intrínseca de cada persona, en cada etapa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural”. Siguiendo en esta línea, el Arzobispo destacó la importancia de “dar prioridad a las políticas que fortalezcan y apoyen a las familias”, que son “la piedra angular de una sociedad sana y próspera”. “La familia es la primera escuela de virtudes humanas, donde los hijos aprenden la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado de los demás”. Es también el lugar donde a menudo se ocupa de los más necesitados, como niños, ancianos o personas con discapacidad, observa Monseñor Caccia. “Las políticas que protegen la estabilidad, la unidad y los derechos de la familia crean las condiciones necesarias para el bienestar de todos sus miembros y promueven el bien común”.

 

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