Ruiz: junto al Papa en la oración, con Cristo a bordo no naufragamos
Vatican News
En el mes de marzo de hace cinco años, en una Plaza de San Pedro desierta por la pandemia del Covid-19, el Papa Francisco llamaba a la fe y a la esperanza a un mundo "encerrado y asustado". "Abrazar al Señor para abrazar la esperanza, porque con Él a bordo no hay naufragio", había sido su invitación. "Hoy somos nosotros los que caminamos en esta plaza, con nuestra oración, como signo de esperanza, rezando por el Papa Francisco". Así introdujo el secretario del Dicasterio para la Comunicación, monseñor Lucio Adrián Ruiz, el Rosario por la salud del Sucesor de Pedro, este viernes 14 de marzo de 2025.
La cita para pedir la gracia de la recuperación del Pontífice, tras trasladarse al Aula Pablo VI durante los ejercicios espirituales de la Curia Romana que han concluido esta mañana, ha vuelto al atrio de la Basílica Vaticana, adelantada de las 21 a las 19.30 horas. La Secretaría de Estado y la Diócesis de Roma han organizado la oración, mientras que la animación de hoy ha estado a cargo del Dicasterio para la Comunicación. El celebrante recordó las palabras de Francisco en la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, en una Plaza de San Pedro empapada por la lluvia. En aquel momento, solo, el Pontífice caminó y rezó por todos nosotros, que esperábamos "este signo de esperanza".
"Tenemos un ancla: en su cruz hemos sido salvados", dijo el Papa Francisco en aquella ocasión, "tenemos un timón: en su cruz hemos sido redimidos. Tenemos una esperanza: en su cruz hemos sido curados y abrazados para que nada ni nadie pueda separarnos de su amor redentor. Abrazaos al Señor para abrazar la esperanza, porque con Él a bordo no naufragamos". A Dios, concluyó el Secretario del Dicasterio para la Comunicación, "vayan nuestras oraciones, y a usted, Santo Padre, nuestra cercanía y afecto".
Ante la imagen de "María Madre de la Iglesia" colocada en el parvis de la Basílica Vaticana, monseñor Ruiz dirigió la oración mariana en presencia de cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas de la Curia Romana y de la diócesis de Roma y de numerosos fieles que se congregaron para encomendar al Sucesor de Pedro a la intercesión de la Virgen. Tras la meditación de los Misterios Dolorosos y el rezo de la Salve Regina, el secretario del Dicasterio para la Comunicación concluyó con las Letanías lauretanas, invocando a Dios para que, "perseverando en la fe, crezcamos en el amor y caminemos juntos hacia la meta de la bienaventurada esperanza". Finalmente, la asamblea entonó el Oremus pro Pontifice, y fue despedida por el celebrante con la misma bendición que el Papa Francisco en la Statio Orbis.
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