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Papa Francisco (foto de archivo). Papa Francisco (foto de archivo).
Editorial

La voz débil y el magisterio de la fragilidad

El Papa Francisco pasa el duodécimo aniversario de su elección ingresado en el Hospital Gemelli.

Andrea Tornielli

El duodécimo aniversario de su pontificado cae este año en un momento particular para el Papa Francisco, que vive desde hace casi un mes en su habitación del décimo piso del Hospital Gemelli. Las noticias que llegan de los últimos reportes médicos son alentadoras, ha salido del estado crítico y se espera que pronto pueda regresar al Vaticano, pero sin duda lo que el Papa está viviendo estos días es un aniversario de pontificado muy inusual. Atraviesa este delicado momento, precisamente, en este año marcado por el viaje intercontinental más largo (Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur), por la conclusión del Sínodo sobre la Sinodalidad y por la apertura de la Puerta Santa que dio inicio al Jubileo. El Sucesor de Pedro, enfermo entre los enfermos, sufre y reza por la paz, acompañado por la oración comunitaria de tantas personas en todo el mundo. Él, que en estos doce años nunca ha concluido un encuentro, una catequesis o un Ángelus sin las palabras “Y, por favor, no se olviden de rezar por mí”, experimenta hoy el abrazo de tantos creyentes y no creyentes que lo aman.

Este es un tiempo que desvela los corazones. Es un tiempo en el que no es inútil cuestionarse la naturaleza de la Iglesia y la misión del Obispo de Roma, tan diferente de aquella del director general de una multinacional. Hace doce años, el entonces cardenal Bergoglio se dirigió a las Congregaciones Generales citando lo que el teólogo Henri De Lubac consideraba “el peor mal” en que puede incurrir la Iglesia, la “mundanidad espiritual”. El riesgo de una Iglesia que “cree tener su propia luz” contando con sus propias fuerzas, sus propias estrategias, su propia eficacia, dejando así de ser el mysterium lunae, el misterio de la luna, es decir, reflejar la luz de Otro, vivir y trabajar sostenida y llevada solo por la gracia de Aquel que dijo: “Sin mí no pueden hacer nada”.

Recordando de nuevo aquellas palabras, hoy miramos con afecto y esperanza las ventanas del décimo piso del Gemelli. Damos gracias al Papa Francisco por este magisterio de la fragilidad, por esa voz suya, aún débil, que se ha unido al rezo del rosario en la Plaza de San Pedro en los últimos días. Una voz frágil que sigue implorando paz y no guerra, diálogo y no opresión, compasión y no indiferencia. Feliz aniversario, seguimos necesitando mucho tu voz.

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12 marzo 2025, 14:00
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