Ravasi y Galimberti dialogan sobre San Pablo
María Milvia Morciano - Ciudad del Vaticano
Según Umberto Galimberti, el diálogo existe a condición de que los interlocutores piensen cosas distintas, es más, que haya una distancia máxima de opiniones, suponiendo que «el contradictor tenga un grado de verdad superior al propio». Esto genera tolerancia y, por tanto, verdadero diálogo. Y este 18 de febrero, el filósofo dialogó con su amigo y compañero de instituto, el cardenal Gianfranco Ravasi: dos posturas antitéticas que bien pudieron realizar las condiciones esperadas, generando un encuentro especial. En el centro de las reflexiones estuvo la Carta a los Romanos, la «obra maestra teológica» de San Pablo.
El cuarto encuentro de la Lectio Petri dedicada al Apóstol de los gentiles, promovida por 'El Patio de los Gentiles' y la Fundación 'Fratelli tutti', tuvo lugar en la Basílica de San Pedro. El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica papal y presidente de la Fundación, abrió el coloquio con una reflexión espiritual que, partiendo de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus del 1 de enero de 2014 - "¿Qué está pasando en el corazón del hombre? Es hora de detenerse'"- llegaba al núcleo de la carta: permanecer confiados bajo la mirada de Dios. «Pablo fue un hombre libre -explicó Gambetti- porque fue libre para amar, libre para hacer el bien, sin rehuir nunca, como María».
Una gran arquitectura del pensamiento cristiano
El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente emérito del Pontificio Consejo de la Cultura y fundador de "Patio de los Gentiles", calificó la carta como «una de las grandes arquitecturas del pensamiento cristiano», explicando que para él tener que comentarla representaba un verdadero reto, porque la complejidad de su pensamiento es evidente. «En efecto -explicó- trata temas fundamentales: lo que significa ser persona humana, la relación con Dios, la fe, la gracia». Esta complejidad fue expresada por el cardenal a través de palabras griegas que «pueden definirse como estrellas, algunas negras y otras brillantes». Palabras clave enlazadas que, desde la oscuridad de la σάρξ, sarx, carne, suben a través del «pecado» y la «ley» para llegar primero a χάρις, charis, la gracia, y luego a la fe, πίστις, pìstis, hasta la justificación, dikaiosýnê, y «este es el gran don de Dios que cancela nuestro mal y nos permite ser nuevos en el ser, en el existir».
Ante los micrófonos de los medios vaticanos, Ravasi destacó también la actualidad de la Carta y cómo puede ser entendida a la luz de nuestro tiempo ya que, además de la dimensión teológica, contrariamente a lo que se cree, «una parte del texto es muy concreta, aborda incluso la cuestión fiscal, el tema tan actual de las relaciones con el mundo judío y, por tanto, todas las cuestiones ligadas a éstas». «Pablo, que procedía de ese mundo y se había separado de él -explica- habla también, por ejemplo, de la comunidad de Roma, formada por cristianos y personas de distintos niveles sociales. Así que es un texto muy rico también para nuestro hoy», concluye el cardenal.
Pablo de Tarso escribió esta carta mientras se encontraba en Corinto. También es posible fecharla con cierta precisión, entre los años 55 y 57. «Con este escrito -continúa explicando Ravasi- se preparaba también para ir a Roma, de alguna manera quería acreditarse ante esta prestigiosa comunidad cristiana y sobre todo deja claro que la Urbe era una parada importante porque luego quería ir a España». «No sabemos si este sueño suyo se realizó, probablemente no», explica el cardenal. «De hecho, conocemos también todos sus aconteceres posteriores: los que le llevaron de Tierra Santa a Roma escoltado, tras un proceso, en domicilio forzoso en la ciudad donde encontraría el martirio, donde sin embargo tuvo la posibilidad, gracias al derecho romano, él que tenía la ciudadanía de encontrarse, de dialogar con quienes venían a visitarle».
Ser salvado
Uno de los temas fundamentales de la Epístola, sin embargo, es la concepción del pecado de la carne, que para Pablo sería el 'principio oscuro que está en nosotros', de la impotencia de ser salvados sólo por la ley, es decir, por las propias obras. Para Pablo, no se trata de 'un salvarse, sino de ser salvado' y aquí está la gracia y la fe. «En toda esta dimensión de la acogida -explica Ravasi- dentro de la Carta hay también una parte, un capítulo muy apasionado, que está dedicado al amor cristiano. Así pues, retoma el mensaje de Cristo sobre el amor, partiendo de la base de que es precisamente a través de la gracia, de la fe, como se tiene vida nueva y justificación. Este es el gran don de Dios que borra nuestro mal y nos permite ser nuevos en el ser, en el existir», concluye el fundador de “El Patio de los Gentiles”.
Umberto Galimberti, filósofo, psicoanalista y profesor universitario, que en su intervención se centró en la relación entre fe y razón, dijo que, aunque no es creyente, «está de parte de Santo Tomás», quien en De fide escribe que «el asentimiento fideísta no es promovido por la razón, sino por un elemento extrínseco que es la voluntad, de modo que quien cree es porque tiene voluntad de creer. Esto, continúa Santo Tomás citando a San Pablo, hace que el intelecto esté inquieto, nondum est quietatus, lo pone en una condición de enfermedad y temor, de temblor mudo». «Esto es importante -continúa el filósofo- porque si me encuentro con un creyente que cree con temor y temblor, entonces el diálogo es posible. Si, por el contrario, me encuentro con un creyente convencido de tener la verdad absoluta, el diálogo es imposible». Si hay pertenencia no hay fe, 'la fe no sabe y por eso cree', explicó. «La fe -añadió Galimberti- es un camino incierto y nunca definitivo y sólo puede ser en el amor».
Reflexiones sobre lo sagrado
Con motivo del Jubileo de hace 25 años, Galimberti publicó Huellas de lo sagrado, una reflexión a la que siguió, en 2012, un libro complejo, Cristianismo, la religión del cielo vacío. Explica que escribió este texto cuando se dio cuenta de que en los 15 años anteriores había escrito unos cuarenta artículos sobre problemas religiosos para el diario "La Repubblica", «porque el cristianismo se estaba convirtiendo en una especie de “agencia ética” que se ocupaba de problemas de sexualidad, escolarización y muchas otras cosas, pero se había olvidado de hablar de Dios». «Entonces Dios ya no existe, y el cielo está vacío porque - observa - desde mi punto de vista el cristianismo entendió poco las palabras de Jesús». «Y por eso - recuerda - escribí también un libro para niños titulado Las palabras de Jesús, donde mostraba que Jesús, más que fundar una religión, llama a confiar en su palabra y explica que la salvación es de este mundo». «Quiero decir: '¿Has acogido al inmigrante? ¿Has visitado al preso en este mundo?».
Religión del cuerpo
«Que Dios se haya hecho hombre es para mí lo más interesante del cristianismo», reflexiona además Galimberti. «A diferencia de las otras religiones monoteístas, en las que Dios no se hace hombre, sino que es trascendencia absoluta, tanto para los judíos como para los musulmanes. «Esta es también la razón por la que, una vez que se hace hombre, muere y resucita», comenta el filósofo. «Y así el cristianismo se convierte en la religión del cuerpo, no del alma. Los primeros cristianos no sabían nada del alma, el alma es un concepto de Platón, él es quien la inventó, pero el cristianismo no tiene noción del alma y es una religión del cuerpo. El centro del cristianismo se llama encarnación'. «Cuando los cristianos comulgan -comenta además Galimberti- no es que coman el alma de Cristo, sino su cuerpo y su sangre. «Y cuando recitan el Credo no están diciendo que creen en la inmortalidad del alma, sino en la resurrección de los cuerpos'. Y si tenemos obras de arte en las iglesias, el arte fue posible gracias al cristianismo como religión del cuerpo».
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