Jubileo de las Fuerzas Armadas: Palabras de los Papas a los constructores de paz
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
El Pontífice, palabra que en su etimología latina indicaba inicialmente al constructor de puentes, tiene aliados preciosos para salvaguardar y promover la fraternidad. Se trata de constructores de paz, hombres y mujeres que trabajan junto a poblaciones vulnerables en regiones sacudidas por tensiones y conflictos. «La paz en la tierra, anhelo profundo de los hombres de todos los tiempos», escribe el Papa Juan XXIII en la encíclica Pacem in Terris , «sólo puede establecerse y consolidarse en el pleno respeto del orden establecido por Dios». "La verdadera paz -leemos más adelante en este documento- sólo puede construirse en la confianza mutua". Los constructores de paz son los campeones de esta confianza, levadura capaz de hacer crecer en fraternidad a la familia humana.
Los Papas y las Fuerzas Armadas
Un ejército está formado por soldados, representantes de diversas naciones, pero, sobre todo, por hombres y mujeres sedientos de Dios y de paz, don que encuentra su raíz más auténtica sólo en Jesús. Esta es la mirada con la que los Papas ven, en su dimensión más profunda y auténtica, el mundo militar.
Durante los años jubilares, miles de representantes de las fuerzas armadas participan en celebraciones y peregrinaciones. En este marco, se inscribe el Jubileo de las Fuerzas Armadas, Policiales y de Seguridad, previsto para los días 8 y 9 de febrero. En estas ocasiones las reflexiones de los Pontífices están siempre marcadas por una palabra clave: paz.
El llamado a la fraternidad
El Año Santo de 1950 fue el primer Jubileo después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. En su mensaje radiofónico de Navidad , del 23 de diciembre de 1949, el Papa Pío XII expresó el deseo de que el Jubileo, después de un tiempo sacudido por furiosos combates entre ejércitos opuestos, fuera "el año del gran retorno, el año del gran perdón".
Esperamos para este Año Santo el retorno de la sociedad internacional a los planes de Dios, según los cuales todos los pueblos, en la paz y no en la guerra, en la colaboración y no en el aislamiento, en la justicia y no en el egoísmo nacional, están destinados a formar la gran familia humana, caminando hacia la perfección común, en la ayuda mutua y en la distribución equitativa de los bienes, que son el tesoro de Dios confiado a los hombres. Queridos hijos, si alguna vez nos ha parecido propicia una ocasión para exhortar a los gobernantes de los pueblos a pensamientos de paz, ésta del Año Santo nos parece la más apropiada. Es y quiere significar también un poderoso recordatorio y al mismo tiempo una contribución a la fraternidad de los pueblos.
El deber de defender la paz
En el Año Santo de 1975, el Papa Pablo VI presidió una solemne concelebración el domingo 23 de noviembre en la Plaza de San Pedro, a la que asistieron más de 16.000 soldados. Forman una amplia representación de militares procedentes de veinte países. "Sois soldados; y sin duda la imagen que os presenta como tales -subraya el Papa Montini- se perfila en términos de fuerza, de esfuerzo, de disciplina, de valentía, de audacia, de valor. Pero el soldado no es por esto 'autosuficiente', es decir, se basta a sí mismo en su audacia juvenil; ¿puede rezar? ¿Pedir perdón a Dios?". ¿Por qué –pregunta también el Papa Montini– viniste a Roma? «Habéis venido -explica el Pontífice- porque también vosotros sois hombres; y el hombre necesita a Dios, a Cristo, a la religión, a la salvación; y siente la urgencia de saciar su sed en el contacto con el Hijo de Dios”.
Habéis venido porque, más que nadie, necesitáis paz; y vosotros queréis y debéis comprometeros con la paz. Y aquí el recuerdo de las guerras recientes - los dos conflictos mundiales y los recurrentes enfrentamientos locales - se vuelve doloroso y ardiente por las víctimas que causaron, las vidas jóvenes truncadas y por la demasiada sangre inocente que se derramó. ¡Que nuestro recuerdo sea fiel y reverente para tantos caídos, y que la paz en la misericordia de Cristo Salvador sea sobre sus almas inmortales! Entonces: porque vuestras armas no quieren ser para el ataque, sino sólo y siempre y en todo lugar para la defensa; y una defensa, si Dios quiere, que no exige el uso de las armas, sino que tiende sólo a dar fuerza a la justicia y a la paz (cf. Rm 13, 4; Lc 3, 14; 14, 31): es decir, en la prevención, en el acuerdo leal, en la composición magnánima, en el perdón generoso». He aquí pues, aquí finalmente, vuestra presencia se convierte en una gran apología: habéis venido a celebrar la justicia, que garantiza la civilización, el orden, el respeto dentro de los pueblos y entre las naciones. De esta justicia, de la que es fruto la paz, que vuestras armas sean símbolo y defensa: y a la luz de esto vuestra función en la sociedad civil adquiere su pleno significado.
Un compromiso diario
En el año 2000, miles de soldados celebraron el Gran Jubileo con el Papa Juan Pablo II, quien señaló la paz como "un derecho fundamental de todo hombre". El Papa Wojtyla, hijo de un militar polaco, recuerda “la obra de pacificación en los países devastados por guerras absurdas” y la ayuda prestada “a las poblaciones afectadas por catástrofes naturales”. En la homilía pronunciada el 19 de noviembre de aquel Año Santo, el Pontífice se detiene además en el compromiso cotidiano por la paz.
¿Quién mejor que vosotros, queridos militares y policías, muchachos y muchachas, puede dar testimonio de la violencia y de las fuerzas desintegradoras del mal presentes en el mundo? Vosotros lucháis contra ellos cada día: estáis llamados, de hecho, a defender a los débiles, a proteger a los honestos, a promover la coexistencia pacífica de los pueblos. Cada uno de ustedes es apto para el papel de centinela, que mira a lo lejos para alejar el peligro y promover la justicia y la paz en todas partes. Os saludo a todos con gran afecto, queridos hermanos y hermanas, que habéis venido a Roma desde muchas partes de la tierra para celebrar vuestro especial Jubileo. Ustedes son los representantes de ejércitos que se han enfrentado a lo largo de la historia. Hoy os habéis reunido ante la tumba del apóstol Pedro para celebrar a Cristo, «nuestra paz, que de los dos pueblos hizo uno solo, derribando el muro intermedio de enemistad» (Ef 2, 14). A Él, misteriosa y verdaderamente presente en la Eucaristía, habéis venido a ofrecer vuestras intenciones y vuestro compromiso diario como constructores de paz.
Puentes y sembradores
En 2016, durante la Audiencia Jubilar , el Papa Francisco dirigió su saludo a los representantes de las fuerzas armadas y de la policía, procedentes de muchas partes del mundo, llegados en peregrinación a Roma con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El tema de este evento, “Su puerta siempre está abierta”, nos recuerda que la misericordia tiene un gran lugar dentro de la realidad militar. El Pontífice subraya el papel fundamental de los militares para garantizar la seguridad de los pueblos y de las instituciones en todas las regiones del mundo.
La misión de las fuerzas de seguridad, tanto militares como policiales, es garantizar un entorno seguro, para que todos los ciudadanos puedan vivir en paz y serenidad. En vuestras familias, en los diversos ambientes en los que trabajáis, sed instrumentos de reconciliación, constructores de puentes y sembradores de paz. De hecho, estáis llamados no sólo a prevenir, gestionar o poner fin a los conflictos, sino también a contribuir a la construcción de un orden fundado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, según la definición de paz de san Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris . La afirmación de la paz no es una empresa fácil, sobre todo a causa de la guerra, que seca los corazones y aumenta la violencia y el odio. Os animo a no desanimaros. Continuad vuestro camino de fe y abrid vuestro corazón a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonarnos. Ante los desafíos cotidianos, brille la esperanza cristiana, que es la certeza de la victoria del amor sobre el odio y de la paz sobre la guerra.
Fuerzas de mantenimiento de la paz
El primero de los 36 grandes acontecimientos de este Año Santo fue el Jubileo de la Comunicación. La segunda etapa del Año Jubilar es la de las fuerzas armadas, la policía y la seguridad. Las palabras de los Papas a los representantes del mundo militar son siempre una invitación a ponerse del lado del hombre, de la justicia, de la paz. Una exhortación que resuena con fuerza también en este Jubileo de la esperanza. Entre los constructores de paz, más de 76.000 son hombres y mujeres de las Naciones Unidas y proceden de más de 120 países. Participan en operaciones de mantenimiento de la paz en zonas afectadas por conflictos en África, Asia, Europa y Oriente Medio. Protegen a los civiles, defienden los derechos humanos y fortalecen las instituciones en algunos de los lugares más peligrosos y volátiles del mundo. Desde la primera operación en 1948, más de 4.300 de estos soldados de paz han muerto mientras cumplían misiones en teatros internacionales complejos. No podemos olvidar las naciones desgarradas por conflictos que aún hoy ensangrientan el mundo. Y no podemos olvidarnos de las fuerzas de paz que protegen a multitudes de refugiados que huyen de la guerra y del futuro de los pueblos.
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