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Una bandera de Dinamarca en la ciudad de Nuuk, capital de Groenlandia Una bandera de Dinamarca en la ciudad de Nuuk, capital de Groenlandia  

Groenlandia acude a las urnas

Mañana habrá elecciones para renovar los 31 escaños del Parlamento unicameral. Un acontecimiento inusualmente mediático: la isla más grande del mundo ha acabado en el centro de una disputa internacional entre Dinamarca y Estados Unidos.

William Gallone - Ciudad del Vaticano

"Kalaallit Nunaat kalaallit pigaat": Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Este es el lema que repiten desde hace décadas los 56.000 habitantes de la isla más grande del mundo, situada en el océano Atlántico Norte entre Canadá, Islandia y el Polo Norte, rica en recursos minerales como uranio, hierro, petróleo, gas, oro y tierras raras, cubierta por la capa de hielo en cerca del 80 por ciento de su territorio. El lema vuelve a cobrar relevancia en vísperas de las elecciones en las que Groenlandia será llamada a las urnas para renovar los 31 escaños del Parlamento unicameral (Inatsisartut) y cuenta con dos destinatarios.

La necesidad de independencia

El primero es el Reino de Dinamarca, del que Groenlandia quisiera obtener la independencia total por razones étnicas (los groenlandeses son de origen inuit mientras que los daneses son europeos) e históricas (la isla fue conquistada por los daneses en 1721 y la colonización terminó formalmente en 1953, cuando el estatus cambió de colonia a provincia). Hoy en día, Groenlandia ya es autónoma de Dinamarca, tal como lo estableció la Ley de Autonomía de 1979 y lo reafirmó en 2009 con la Ley de Autogobierno. Los dos tratados permitieron a la isla ártica ser la primera región en abandonar la Comunidad Europea en 1985 y establecer una lengua oficial, el control de los recursos naturales, un sistema jurídico independiente e incluso una selección nacional de fútbol. En 2009 también se estableció un proceso para definir la independencia, que implica primero un acuerdo negociado y luego un referéndum.

Un camino complejo

Sin embargo, el camino está lejos de ser fácil. En primer lugar, porque la dependencia de Dinamarca no es sólo jurídica sino también económica. El sector público concentrado en la capital Nuuk se financia con subvenciones danesas, una parte importante del presupuesto nacional está representada por la contribución anual “bloktilskud” que asciende a 580 millones de euros, alrededor del 60 por ciento de las importaciones provienen de Dinamarca, el grado de autosuficiencia alimentaria de la isla es inferior al 20 por ciento y la renta disponible per cápita está entre las más bajas del Ártico. Como consecuencia, los partidos de Groenlandia están divididos sobre cómo y cuándo lograr la independencia.

Contrariamente a lo que inicialmente afirmó su líder Erik Jensen, el partido de gobierno Siumut ha dejado claro que quiere proceder con cautela respecto de la independencia: primero se creará una comisión, se elaborará un informe hasta 2026 y luego se convocará un referéndum. A la izquierda, los independentistas inuit Ataqatigiit son aún más cautos y hablan de 2030, mientras que en el centro los nacionalistas Naleraq piden una secesión inmediata y unilateral.

El inmovilismo político se combina con el aislacionismo geográfico: en Groenlandia, hacer campaña es casi imposible debido al clima, sólo hay un periódico y una cadena de televisión nacional. A pesar de ello, también gracias al papel de Facebook, hace unos días más de doscientas personas se reunieron en Nuuk y se manifestaron contra la discriminación que sufren por parte de Dinamarca.

El papel de los EE.UU.

La transición hacia la independencia se complica aún más por las ambiciones del presidente estadounidense Donald Trump: "Estados Unidos apoya el derecho del pueblo de Groenlandia a determinar su propio futuro. Seguiremos protegiéndolos, como lo hemos hecho desde la Segunda Guerra Mundial. Estamos dispuestos a invertir miles de millones de dólares para crear empleos y hacerlos ricos. Y, si lo desean, los damos la bienvenida como parte del país más grande del mundo, Estados Unidos".

Palabras que reflejan un antiguo interés estadounidense, manifestado en 1868, en 1940 en función de la política antialemana y, en 1946, basado tanto en la necesidad defensiva de mantener a los rusos y chinos lejos de las costas árticas como en la necesidad ofensiva de controlar Eurasia. Y es precisamente por estas razones que Dinamarca se ha visto empujada a distanciarse de Washington y a expresar una mayor confianza en el rearme europeo, así como a Groenlandia a identificar a Washington como el segundo destinatario de su mensaje nacionalista y patriótico.

Dada la situación, la isla termina sumida en un dilema: ¿es realmente posible lograr la independencia total? En una parte del mundo congelada, deseada por las grandes potencias y donde es imposible ser autosuficiente, aspirar a una autonomía total podría significar vivir en la penuria y ser más vulnerable a los aranceles de Trump. De esta manera, una presa más fácilmente de las ambiciones de los demás. En este punto, los groenlandeses no tendrían otra opción que elegir entre Copenhague o Washington. Con el riesgo de que otros decidan por los 56.000 habitantes de la isla.

 

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10 marzo 2025, 17:53
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