El bebé nacido en una patera de migrantes: La vida a pesar de todo
Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
La vida a pesar de todo, una vida llegada a bordo de un bote, que se ha convertido en un pesebre entre olas que con demasiada frecuencia se tragan vidas. Es el milagro de la solidaridad que permite que la vida venza la adversidad y se exprese también en medio del mar, en las aguas del Atlántico, entre África Occidental y las Islas Canarias, en los brazos de una madre cuya desesperación se ha convertido en esperanza con el nacimiento de su bebé.
El día de Reyes vivió la emoción del rescate, realizado por una patrullera española a unas 97 millas de la costa de Lanzarote, a poco más de 155 kilómetros. Una fotografía contiene todo el alcance del mensaje: el pequeño que acaba de nacer, protegido por su madre, acogido por las manos de quienes están marcados por la huida y el dolor, las manos de los demás migrantes de origen subsahariano a bordo del barco, que le acogió le ayudó a venir al mundo. Las manos extendidas hacia la vida que viene y las miradas atónitas de quienes han sufrido horrores y aún no tienen conciencia de su salvación. Los protagonistas del disparo, hombres y mujeres, son los pastores de la natividad y son la avanzada de una humanidad que, y el Papa no deja de repetirlo, no está hecha de números, sino de personas en busca de la paz.
Ese cuerpecito desnudo de niño ha encontrado ahora refugio, junto a su madre, en un hospital de Lanzarote, en las Islas Canarias, puerta de entrada a la Europa continental, a la que conduce la ruta atlántica, cada vez más transitada por inmigrantes procedentes del África subsahariana que parten de Marruecos, Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal y Gambia. Según estimaciones de la asociación española de derechos de los inmigrantes Caminando Fronteras, 10.547 personas murieron en un intento de llegar a España por mar en 2024, la gran mayoría víctimas de la ruta del Atlántico, considerada la más peligrosa del mundo. Y nuestros pensamientos se dirigen a otra fotografía, la de un pequeño cuerpo sin vida tirado en una playa de Türkiye. Era 2015 y Aylan Kurdi tenía solo tres años y huía de una Siria devastada por la guerra.
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