Burkina Faso y Eritrea, los Padres Pavonianos apoyan a jóvenes estudiantes sordos
Enrico Casale - Ciudad del Vaticano
El silencio no puede ser un obstáculo. No oír no debe ser una barrera que excluya a los niños sordos de la vida social y económica. La inclusión es el principio que inspira la escuela de Saaba, creada en Burkina Faso, y la de Asmara, en Eritrea, fundada por los religiosos pavonianos. Pero también es algo más: detrás está la intención de realzar el potencial de estos jóvenes y ofrecerles una oportunidad de redención. «Seguimos en la línea de nuestro fundador, san Ludovico Pavoni», explica el padre Dario Dall'Era, superior provincial de Italia de los Hijos de María Inmaculada: «Ofrecemos a los jóvenes, con los que la vida no ha sido benévola, una formación profesional que les prepara para un futuro trabajo y, al mismo tiempo, les permite ganar una especie de salario, para que puedan ser autónomos respecto a sus familias». Es un modelo que ya se ha experimentado ampliamente en Italia y Europa. Durante gran parte del siglo XX» -recuerda el padre Darío- a los hijos de las familias pobres no se les permitía ir a la escuela: tenían que cuidar del ganado, trabajar en el campo, entrar en talleres. Asistir a la escuela se consideraba una pérdida de tiempo. En las escuelas pavonianas se ofrecía trabajo y formación profesional, con lo que la educación resultaba más aceptable para las familias».
Burkina Faso, integración
En Italia, con la reforma escolar de los años 70, este modelo entró en crisis. «En África, sin embargo, sigue siendo válido. En Burkina Faso ofrecemos cursos de técnicas agrícolas y mecánica, sobre todo soldadura». Esta escuela tiene algo más: en ella estudian tanto niños sordos como sanos. «Los alumnos interactúan gracias al lenguaje de signos, que todos deben aprender», explica Dall'Era: «En la escuela no hay discriminación, al contrario, se crea una hermosa integración. Trabajamos para que los sordos sean aceptados en la sociedad, aunque, hay que reconocerlo, el estigma es difícil de erradicar».
El proyecto en Eritrea
En Eritrea también se está llevando a cabo un proyecto similar. Los pavonianos están presentes en el pequeño país del Cuerno de África desde 1969, cuando estaba en marcha la dura guerra de independencia que enfrentó a los eritreos con el gobierno central etíope. Los religiosos pavonianos pusieron en marcha programas de asistencia a los huérfanos, garantizándoles ropa, alimentos y atención médica. Luego, en los años 80, se crearon los primeros proyectos de adopción a distancia para apoyar a las familias que acogían a estos niños y niñas sin padres. «En los años 90 -cuenta Laura Arici, del Grupo Misiones África, una ONG creada para apoyar a los religiosos pavonianos- cobraron vida la Escuela Técnica Pavoni de Asmara y la escuela agrotécnica de Hagaz, creadas en colaboración con los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasalianos). Ofrecían una formación mecánica y agrotécnica de alta calidad, que garantizaba a los estudiantes la posibilidad de ir a la universidad tras graduarse». Ambos institutos fueron absorbidos posteriormente por las autoridades de Asmara en el marco de la campaña de nacionalización de las obras sociales y sanitarias dirigidas por congregaciones religiosas. A pesar de ello, los pavonianos no cesaron sus actividades. El Centro Social Pavoni de Asmara ha seguido activo. En el centro, nos informa Arici, «se acoge a niños sordos y sanos. Se les ofrecen cursos básicos de informática, encuadernación, corte y confección. Las clases se imparten en lengua de signos. Estas son las únicas oportunidades que tienen los sordos de seguir una educación en la capital eritrea».
Formación de los padres
Con el tiempo, a los niños se unieron sus familias. «Los padres y las madres también han sentido la necesidad de aprender el lenguaje de signos», prosigue el director. «De este modo reciben formación para mejorar la comunicación con sus hijos». Hay que decir que los cursos de estudio se complementan con actividades lúdicas: el centro es una especie de oratorio donde los niños aprenden también valores humanos y religiosos». Esta formación humana forma parte integrante de las actividades de los Pavonianos desde la época de su fundador, que vivió entre los siglos XVIII y XIX. «Nuestras escuelas siempre han ofrecido un alto nivel de formación», concluye el Padre Darío. «Siempre hemos querido que nuestros chicos se conviertan en maestros del arte, atentos al trabajo bien hecho, de calidad, con un alto nivel de creatividad. Por eso siempre intentamos estimular la imaginación y el deseo de crear algo nuevo. Todo esto, sin embargo, nunca ha estado separado de la formación personal. Nuestros profesores han trabajado a diario para que los niños se conviertan no sólo en excelentes técnicos, sino también en personas y ciudadanos responsables y respetuosos de los valores».
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