Bosnia y Herzegovina: «Diálogo y solidaridad, vías para la paz»
Federico Piana – Ciudad del Vaticano
Ésta debería ser siempre la virtud que acompañara todo paso de consolidación de la paz. Especialmente en tiempos de crisis negra, cuando las instituciones y la sociedad están bajo presión con riesgo de colapsar.
Y no es casualidad que monseñor Tomo Vukšić, arzobispo de Vrhbosna (Sarajevo) y presidente de la Conferencia Episcopal de Bosnia y Herzegovina, lo repita a menudo desde que el país de los Balcanes occidentales se sumió en una crisis política que los observadores internacionales han calificado como la más grave desde el final del conflicto armado que concluyó con los Acuerdos de Dayton de 1995.
En el actual contexto histórico marcado por el secesionismo y el unitarismo, que el prelado considera peligrosos, es necesario que «Bosnia y Herzegovina recupere la solidaridad política interna e internacional. Y no perder el apoyo de sus mejores hombres, capaces y de buena voluntad».
Presidente, ¿cuáles son las salidas a esta crisis?
Los del diálogo y el respeto a los derechos de cada persona y de cada pueblo. En esta nación hay tres de ellos, de pueblos: croatas, serbios y bosnios. Sólo a través del respeto mutuo puede salvarse la paz. En un comunicado emitido tras nuestra última reunión plenaria, los obispos invitamos a todos los fieles a la oración y pedimos a todos los responsables que dialoguen con prudencia, paciencia y sinceridad, reafirmando que las diferencias deben ser vistas como valores reales y no como obstáculos en la construcción de una sociedad justa y ordenada.
Usted ¿cree realmente que la paz está en peligro?
Esperamos que no existan riesgos reales. Rezamos para que esto no ocurra e instamos a todos los responsables a que contribuyan concretamente a evitarlo. Sabemos que la paz es una planta muy delicada que debe cultivarse con cuidado y dedicación.
¿Puede la comunidad internacional desempeñar también un papel importante en este juego?
No sólo importante, quizá incluso decisiva. Porque la paz es un valor primordial de la existencia humana que debería preocupar a todos.
En este frente, la Iglesia está en primera línea y no escatima esfuerzos.
¿Cuál es la situación actual de la Iglesia?
Nuestra Iglesia es hoy cada vez más consciente de que debe ser un testimonio de esperanza. En efecto: un testimonio de Jesús, que es nuestra esperanza. La Iglesia, en sentido histórico, está compuesta por los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sin los cuales la Iglesia sencillamente no existiría. Por eso, la situación actual de la Iglesia no podría ser distinta de la que viven hoy todos sus miembros.
Y es precisamente toda la comunidad eclesial la llamada a afrontar con esperanza muchos retos que hoy parecen verdaderamente arduos, casi insuperables.
Además de la afirmación de la paz, uno de los retos más importantes es el de la emigración de la población y la consiguiente disminución de la presencia católica en todo el país. El fenómeno migratorio afecta a todas las comunidades étnicas y religiosas, que lo sufren enormemente, pero la más afectada es la comunidad católica, que viene disminuyendo progresivamente desde hace más de treinta años.
En su reciente asamblea plenaria, los obispos expresaron su deseo de que se celebren aún más encuentros interreligiosos y ecuménicos. ¿Por qué el ecumenismo y el diálogo son cada vez más un factor indispensable no sólo para la Iglesia, sino para toda la nación?
Durante su visita apostólica a Sarajevo, el Papa Francisco dijo: «En esta tierra, la paz y la armonía entre croatas, serbios y bosnios, y las relaciones cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos y cristianos, tienen una importancia que va mucho más allá de sus fronteras».
Y luego añadió: «El diálogo es una escuela de humanidad y un factor de unidad».
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